20 de enero de 2015

Proyección lineal

Recuerdo un pisapapeles grande que me dio mi padre hace unos 13 años; una escalera con diferentes estados de ánimo con una pregunta clara escrita: "¿Cómo estás hoy?"; recuerdo mirarla todos los días que me sentaba a estudiar en mi mesa. La miraba, leía los estados superiores -¡Sí, se puede!- y me animaba a sentarme y descifrar mis apuntes.

Esa pequeña motivación era el pequeño revulsivo que necesitaba todas las noches para completar el que, en aquel entonces, era mi mayor proyecto, el objetivo a cumplir.
Sentimientos contradictorios...

A veces, cuando te marcas un objetivo, todo puede ser muy difuso; es complicado imaginarse en algo que parece fuera de tu alcance o que, simplemente, te da miedo. Y es difícil por muy claro que sea el objetivo

Siempre he pensado que dejar las cosas escritas ayuda; te ayuda a obligarte ese día donde no te apetece hacer lo que toca o ese día donde te quedarías un buen rato en la cama para luego irte a desayunar una palmera de chocolate mientras lees el periódico y te tomas un café; te ayuda a darle sentido a las cosas y ver el camino, por difícil que parezca; te ayuda a aprender, a ver qué eres capaz y que no; te ayuda a conocerte.

Sin embargo, hay veces que ese objetivo está ahí, agazapado en tu cabeza, sin querer mostrarse mucho -y mucho menos escribirse-. No te atreves a pensar realmente en él y mucho menos a presentarlo, quizás nadie te creería capaz; no es real, pero, a la vez, es un leitmotiv.

Puede que no parezca real porque ya parece muy tarde y la vida va demasiado deprisa; quizás lo parezca porque no encuentras lo que deberías encontrar para afrontar lo que conlleva.  La incertidumbre no es siempre fácil de gestionar y la cabeza, a veces, le da por ir por donde no debe, haciéndolo todo más difícil.

Roca y nieve en el mismo finde, ¡esto es vida!
Quizás sea únicamente que el obstáculo más difícil de salvar siempre es uno mismo; salvar los miedos, las inseguridades, la manera de agarrarte a tu zona cómoda por horrible que te parezca y por mucho que te arrepientas de quedarte en ella después. 

Atreverse, esa es la clave. Dar el paso con los ojos cerrados, pero abrirlos según toque suelo el pie y mantenerlos, junto con el resto de los sentidos, bien alerta; atentos a toda oportunidad que aparezca en tu punto de mira.

Porque nadie puede ver el futuro. Quizás uno pueda ver -más bien intuir- lo que le espera un poco delante; quizás pueda visualizar algunas opciones y buscar la lógica que sigue después. Pero buscar esa lógica, generalmente lineal, que suele caracterizar muchos de los razonamientos humanos, sólo suele llevar al abuso de los razonamientos de causa-efecto, es decir, lleva a todo menos a la lógica. 

Uno puede linealizar la vida, puede hacer inferencias sobre el futuro, pero nunca podrá saber qué hay a la vuelta de la esquina; nunca podrá saber si algo saldrá bien o mal; nunca podrá saber si quedarse en la zona cómoda saldrá bien o salir de ella saldrá mal. 

Nunca podrás saberlo ¿Quizás la vida es terreno de aventura?

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