17 de diciembre de 2012

La Maladeta (Parte II)

El despertador suena y hoy no hay opción de pedir cinco minutos más o de apagarlo y seguir durmiendo. Sabemos que, aunque las 6 de la mañana nunca es una buena hora para nada,  no movernos sería desperdiciar la oportunidad de hacer lo que queremos y dejar pasar ese pequeño sueño que hemos venido a buscar.

Ya lo hacemos demasiadas veces, pero hoy no va a ser como otros días.

Cuando uno consigue vestirse, ordenar las cosas decentemente, abrir mínimamente los ojos y deja dobladas las mantas, toca salir fuera del refugio a echar un ojo a la meteo antes de desayunar; además de para avisar al cuerpo de qué es lo que le espera, se convierte en otra costumbre que me gusta retomar. 

Condiciones Otoñales, ni con crampones ni sin ellos
Parece que ha estado nevando un poco y todavía está algo nublado, aún así no hay mucho viento, la temperatura es agradable y la Luna se transparenta entre las nubes. 

¡Va a ser un buen día!

Desayunar se convierte en una obligación; el café caliente entra bien, pero al cuerpo le cuesta asimilar las magdalenas duras y las tostadas con mermelada y mantequilla. "Ahora me acuerdo de Poqueira, aquéllo sí que era un lujo", pienso mientras pongo la mermelada antes que la mantequilla en mi tostada.  Las buenas costumbres no hay que perderlas, y no despertarme hasta bien entrada la mañana es una de ellas.

Sea como fuere, es el único momento en el que vamos a estar más o menos cómodamente sentados comiendo hasta dentro de muchas horas, así que uno lo asume y se come todo lo que puede. 

Por regla general, los preparativos para empezar son simples; la mochila está preparada desde anoche y sólo queda comprobar que se lleva lo imprescindible: crampones, piolet, plumas, termo, algo de comida, frontal, móvil, mapa, altímetro, brújula, G.P.S., botiquín, gorro, una braga, guantes y calcetines de recambio podría ser una lista rápida de comprobación para lo que nos vamos a encontrar. Hoy llevaremos algo más, por si acaso, así que el casco, la cuerda, el arnés y algunas cosillas terminan haciendo un poco más pesada la mochila.

Pero el sueño me acompaña: "¡Mierda, el bastón!"


¡Salimos al Sol y nuestro objetivo a tiro de piedra!
Qué se le va a hacer, pasaremos sin él.

Las condiciones avanzado el Otoño no suelen ser muy buenas: una pequeña capa de nieve y, a veces, hielo, cubre las pedreras, así que surge la eterna duda: ¿saco los crampones y los destrozo o los dejo en la mochila? El punto medio suele ser una buena referencia; cuando la nieve comienza a ser más contínua, hay algo de pendiente y los tramos algo helados comienzan a abundar es un buen momento. De todos modos, mejor destrozar los crampones que dar con los huesos en el suelo, ¿no?.


La subida al Portillón se hace larga con estas condiciones, pero en poco más de 3 horas llegamos allí. El Sol nos empieza a dar en la cara por primera vez en la mañana, pero el viento intenso hace que la pequeña parada que hacemos para beber y comer algo de chocolate  se convierta en una pequeña lucha contra los elementos. 


Fotaza: ¡Ambiente alpino a tope!
Pero no importa, estamos contentos; ahí está esperándonos el Glaciar de la Maladeta y el corredor que sube a la cumbre. En un rato estaremos allá arriba.

Unos montañeros que conocimos en el refugio y que nos dijeron que iban a La Maladeta parten; poco después salimos nosotros siguiendo su huella mientras las nubes han vuelto a las andadas y no nos dejan ver las montañas. 

Error, en algún punto decidieron ir hacia La Maladeta Oriental con otro grupo. Así que toca deshacer el camino y abrir huella cruzando el glaciar. Nieve venteada, dura, costra... un poco de todo para ir abriendo boca y pasar de los 3000 metros.

Bueno, no hay mal que por bien no venga, el ambiente alpino nos rodea, el viento, el frío y la nieve le dan un toque especial. No sé Alberto, pero yo voy con una sonrisa de oreja a oreja, esto es lo que me gusta: montaña en estado puro 

Si fuera poco, la luz es genial para las fotos ¡La cámara echa humo! ¡Y estamos solos! ¿Qué más podemos pedir?


 ¡Vamos, que ya estamos ahí!
Bueno, quizás un poco mas de luz diurna nos habría venido bien, pero ese no era el momento de pensarlo; la meteo mejora, así que queda sortear algunas de las grietas del glaciar, llegar al corredor de cumbre y valorar las condiciones en las que está. De lejos no se ve huella y quizás la rimaya no esté cubierta. Ya veremos si la hora perdida no nos pasa factura.

¡Vamos chaval, el último empujón, que ya estamos ahí!

Puede que sea el primer pico serio de Alberto, pero es está portando como un titán. No sé si llegaremos arriba, pero sólo por la experiencia -y las fotos- creo que le valdrá la pena.

Seguimos subiendo, y aunque sabemos que esto no es Alpes y que las grietas no son muy grandes, éstas asoman amenazantes por algunos lugares. Andar sobre el glaciar nos obliga a tomar algunas precauciones, hay que ir rápidos e intentar pasar en el menor tiempo posible.

La nieve profunda no ayuda a la rapidez y tampoco nos da seguridad. Aún así, seguimos el camino que nos parece más "lógico", siempre perpendicular a las grietas y esquivándolas pasando lo más cercano a la roca que podemos.
¡Ambiente alpino! Por la foto vale la pena el día

Al llegar al corredor, las nubes desaparecen, aunque el viento no se calma haciendo el ambiente muy frío. Como parecía desde abajo, no hay huella.  El paso de la rimaya está formado, pero tiene pinta de ser delicado, la griesta no está tapada del todo y aún asoma en la mayoría de la pared.

No es cómodo estar aquí parado, a la sombra y con unas rachas de viento que lo hace todo un poco más frío y complicado, pero hay que tomar una decisión.

- ¿Qué hora es?

- Tarde, contando que el corredor no tiene buena pinta, que tenemos que abrir huella y bajar con cuidado y que tardemos unas 2 horas y pico al refugio, llegaremos sobre las 17:30 al coche  como pronto.

- Llegamos con luz, pero justos. 

- Y vamos a tardar un rato en subir y bajar.  

Nos bajamos. Y mira que jode tomar esa decisión, pero es lo que hay. Tendremos que madrugar más y ser más rápidos la próxima vez.

Para abajo, que se ha hecho tarde
Todo se ha vuelto a cubrir, así que saco el mapa, tomo el rumbo hacia el Portillón Superior y seguimos nuestra huella. Bajar es mucho más rápido que subir, pero no se ve demasiado, mejor tener cuidado.

La bajada se hace larga y pesada -como casi todas-, pero en menos de lo que esperamos llegamos al refugio y nos paramos a descansar. Un buen rato después tomamos el camino hacia el coche, ya es casi imposible perderse.

 Así que, se mire por donde se mire, acertamos; llegamos antes de que anocheciera al aparcamiento y con tiempo para tomarnos una en Benasque.

Y es que esto no sólo va de subir hasta arriba, sino de otras cosas mucho más importantes. La guinda del pastel será la cima, pero el pastel siempre llena más que una simple guinda. 

La Maladeta nadie la va a mover de ahí y nosotros ya tenemos los planes hechos para volver. Así que habrá parte III, como en toda buena trilogía.

 ¡Nos vemos en un rato Maladeta! 

7 de diciembre de 2012

Ida y vuelta

Hay momentos en que todo pende de un hilo y lo que se ha planeado puede cambiar de un segundo para otro. Una llamada puede despejar incertidumbres que uno, por un rato, había puesto en cuarentena.

Porque, cuando lo incertidumbre se convierte en certidumbre, toca volver a la realidad; toca desandar lo recorrido y recorrer con diferente dirección los mismos pasos que uno había dado. 
Camino por recorrer ¿Ida o vuelta? Da igual.
Deshacer el camino con la mente en otro sitio siempre es un poco más complicado que hacerlo más tranquilo. Pero, por un rato, las cosas están más claras que nunca y uno se siente feliz de cualquier modo; un pie detrás del otro, el frío en la cara y un camino de vuelta a lo conocido.

¿Algo más que pedir?

Quizás, realmente, no volvamos a ningún sitio y simplemente recorramos el camino de ida a algún otro lugar; pero eso no se puede saber.  Ir o venir siempre son un poco relativos, el verbo ser o el estar siempre son algo más certeros.

Y es que el presente no viene ni va, simplemente es; al igual que el pasado no se cambia y el futuro lo iremos descubriendo a cada segundo. 

Así que concéntrate, no lo dejes pasar, cada segundo es un regalo.