24 de octubre de 2012

Tiempos muertos

Son esos días, esos tiempos muertos donde el cuerpo permanece quieto y orientado hacia la pantalla o recluido en un recinto con la promesa de unas migajas cada final de mes, cuando las cosas dejan de tener sentido, cuando incluso lo que te motiva deja de hacerlo y hacer las cosas pasa a ser una simple y anodina repetición.

Escalando en Guadarrama. Agujas de los Emburriaderos
Son esos días en los que todo se viene un poco para abajo y se hace algo más difícil sonreir, donde tengo que tirar de esas cosas que me hacen sentir vivo, de esas cosas que me aterrorizan y que me apasionan a la vez.

Son esos días donde pienso en cómo me gusta sentarme en el suelo, acercarme las manos a la cara y ver que huelen a lo mismo que la roca, que huelen al musgo que la recubre; me gusta sentir que, de alguna manera y por un tiempo, he pasado a ser parte del paisaje y he olvidado los edificios inteligentes y las impersonales oficinas donde nos hacinan durante gran parte de nuestra vida rodeados objetos que, sin nosotros, serían inútiles y que hacen más inerte todo lo que nos rodea.

Me gusta pasar del Sol a la sombra y de la sombra al Sol; de la soleada cara Sur a la fría y húmeda umbría de la Norte, sentir en mi piel y en mi rostro que la vida tiene dos caras, que de la parte más amable se puede pasar a la más severa y que también se puede volver de ésta última a la primera; me gusta saber que tanto en la sombra como en el Sol hay cosas fáciles y difíciles, que cada cosa tiene sus peligros e incertidumbres y que la una sin la otra no podrían existir. 

Cresteando por Gredos
Me gusta sentir el frío de la mañana en Invierno, el principio del buen tiempo en Primavera, el fresco en Otoño y el refugio de la sombra en Verano; me gusta sentir el calor de mi propio cuerpo según va entrando en calor y cómo en invierno el té caliente baja hacia el estómago reviviéndolo todo según se abre paso.

Me gusta llegar a casa hecho polvo y sentir que el cuerpo está ahí para ser utilizado; me gusta sentir que soy capaz de ser algo más que un simple eslabón en la cadena y liderar mi propio destino; me gusta tener alguien en quien confiar al lado y con quien compartir esos momentos y decisiones.

¿Vale la pena? Quizás sea una pregunta sin sentido; quizás, no. 

16 de octubre de 2012

Intemperie cotidiada.

Amanecer invernal en Gredos
Siempre me recomendaron que, cuando uno está perdido, es mejor no seguir andando hacia delante si no se sabe a ciencia cierta adónde se va; me recomendaron que hay que parar para poder ubicar el lugar dónde se está y, si se pudiera, intentar retroceder si el camino fuera fácilmente reconocible. Si no fuera así -o si fuera imposible volver atrás-,  se nos hace de noche y fuera imposible ubicarnos, es mejor bajar todo lo posible, parar y resguradarse si no se sabe hacia dónde ir.

Si se está lejos de cualquier sitio seguro, y después de bajar todo lo posible, quizás sólo se pueda esperar al nuevo día, mientras uno va preparándose para pasar una noche de esas que no se olvidan.

Y, así, parado, uno se plantea qué fue lo que te condujo a este lugar; dónde has girado o dónde no lo hiciste; cuándo debiste parar y no lo hiciste; cuándo debiste sacar el mapa, tranquilizarte y escoger el camino correcto. 

El "camino correcto" ¡Bonito eufemismo! ¡Curiosa manera de encasillar la manera de alcanzar las cosas! 
 
- ¿Quizás puede ser que sólo hay un camino correcto? 

- Puede, pero a mi no me gusta hacer colas.

 - ¿Qué pasa si te equivocas?

 - ¿Qué es equivocarse? 

- ¿Quizás lo sepamos alguna vez, no?

- Quizás no.

-¿Hoy es siempre todavía? 

-¿Se hace camino al andar?

Dame un beso, que es lo único que necesito hasta que amanezca. 
 
P.D: Todo es una excusa de algo; lo importate es saber de qué.