6 de mayo de 2012

Volver (Una y otra vez)

Solemos quejarnos porque las cosas siempre parecen pasar muy deprisa, tan deprisa que, generalmente, no nos damos cuenta de cómo se desarrollan  y sólo somos conscientes cuando ya han terminado; sin embargo, siempre hay momentos en los que el tiempo se para, en los que los sentidos se agudizan y las sensaciones se multiplican, en los que pasado y futuro desaparecen y sólo queda el presente.
Disfrutando de la nieve recién caída y del frío

Son esos momentos en los que nos centramos en nosotros mismos y olvidamos lo demás; son esos momentos en los que  cosas tan mundanas como coordinar la respiración y nuestros pasos hacen que el corazón lata al ritmo de nuestra marcha, ni más deprisa ni más despacio que lo que marquen nuestros deseos. 

Son esos momentos en los que la mente se para, olvida el día a día y se centra en lo que se está haciendo: en ese momento es cuando el presente es real, cuando ese presente se vive de verdad. Son esos momentos en los que uno parece controlarse a si mismo y ser dueño y consciente de sus propios pasos, de su propia dirección. 

Y, porque a veces es complicado conseguir por los propios medios ese triunfo sobre uno mismo, una mano amiga siempre se agradece. Ayudar a que un compañero sufra esa transformación, animándole y ayudándole a superar ese escalón, también es reconfortante, es dar lo que a uno le gustaría recibir; animos o consuelo, pero nada de quejas o excusas que no llevan a ninguna parte.
Escalando en Cavallers: ¿V-? ¡Anda ya! jajaja

Esos ánimos, ese compañerismo tan alejado de la competición, ese espíritu de cordada como lo llaman algunos, ese espíritu que Rébuffat explica perfectamente, esa transmisión de ánimos e impulsos que te da la cuerda y el compañero al otro extremo de ella es, quizás, y junto a la superación de uno mismo y a la búsqueda de un propio autoconocimiento -la busqueda de una propia realidad, ni más ni menos-, lo que nos incita a volver a muchos.

Porque, según lo veo yo, esa propia realidad es aquéllo que se debe comprender para solucionar los problemas. El trabajo, esforzarse, marcase metas, simplemente son otras variables inevitables en la ecuación.

Y es que para conseguir ciertos momentos - y  para compartirlos-  vale la pena esforzarse.  

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