12 de abril de 2012

El ritmo correcto... o no.

Comenzar nunca es fácil. Saber llevar el ritmo correcto es algo a lo que parece que no me acostumbro; o demasiado rápido o demasiado despacio, siempre termino cansado antes de tiempo.
Me gustaría pensar que, quizás, sean los demás los que nunca se acostumbran a mi ritmo, aunque me parece más probable que sea yo quien no me conozco tan bien como me gustaría. Muchas veces pienso que quizás me subestimo; otras –la mayoría-,  que me sobrestimo.
       - Joder qué frío que hace ¿Cómo nos repatimos las cosas?
- Una cuerda para cada uno. El resto ya lo llevamos en cada mochila.
Practicando por canales fáciles en Peñalara
A veces, sobre todo cuando te enfrentas al vacío y en los momentos delicados, surgen dudas. Cerrar los ojos y superarlas nos muestra que la vida es una actividad puramente psicológica; nuestro peor enemigo somos nosotros mismos.
Somos nosotros los fabricamos nuestra propia imagen; somos nosotros los que tejemos nuestras profecías autocumplidas y formulamos excusas que jamás creeríamos en otro. No somos capaces de ver que los espejos sólo reflejan nuestros miedos. 
-          …te quedan unos 10 metros.
-          Joder, aquí no hay ni una mísera fisura y el fisurero de abajo no aguanta ni de coña. Tenía que haber ido más despacio.
Incluso los caminos más trillados pueden desaparecer
Seguir sendas marcadas siempre ha sido el camino más fácil; sin embargo, aunque salirse del camino y abrir huella parece más atractivo de primeras, son pocos los que lo hacen si no es por obligación.
Andar por  tus propios medios tiene sus peligros, pero deja siempre un buen sabor de boca. También suele dejar un buen dolor de piernas y, a veces, deparar algún susto; es el precio de la libertad.
Eso sí, no todos estamos dispuestos a pagarlo; la cobardía, como la valentía -si queremos llamarlo así-, también es un rasgo humano necesario. 
-     ¿Y por dónde coño es ahora?, este asco de nevada ha borrado hasta nuestra huella. Puto G.P.S., estos cacharros te dejan tirado cuando más los necesitas.
-         ¿Dónde estamos?, todos los árboles me parecen iguales.
-         Saca el mapa y la brújula. 
La Portilla del Crampón, primeros miedos y primeros sueños
Todo puede cambiar en un segundo; pasar de una posición estable a la caída libre puede ser cuestión de un abrir y cerrar de ojos. Entre medias, siempre fugaz, surge la sorpresa, la pregunta, la exclamación. 
¡Joder!
Las dudas pueden ser un detonante; una simple falta de atención otro factor muy importante; la sobreconfianza y el desprecio del riesgo son demasiado comúnes. El desconocimiento y la ignorancia de éste suelen ser la explicación más usual.
-       ¿Qué  haces subiendo por ahí en zapatillas? Tirad para abajo, que os váis a matar. Como os caigáis, y tal como está la nieve, no os para nadie. Y no sé si te habrás dado cuenta, pero hay 300 metros hasta la Hoya del Crampón.
-          A mi me da igual, puedo bajar corriendo, aquí no pasa nada…
-          Pues haz el favor de bajar corriendo lejos de mi.
Hacerse preguntas suele ser humano. Buscar los porqués de las cosas, su sentido, es inherente a nuestra naturaleza; nunca hacemos nada por ninguna razón, todo tiene su porqué.
-  ¿No te has preguntado nunca por qué haces ésto?
-  Sí, me libera de cualquier otro pensamiento; por mi cabeza sólo pasa dar el siguiente paso, no hay nada más importante en ese momento. El viento en la cara, el frío en el cuerpo, el cansancio, el tacto de la roca. No sé, me siento bien así.
Cerca del Collado de Coronas, no todo sale como se planea
Volver a casa es siempre reconfortante y nunca se aprecia más que cuando has pasado un tiempo prescindiendo de muchas cosas. Las pequeñas preocupaciones dejan de tener importancia y todo se valora más.
Es un paso adelante, un recordatorio de lo engañados que estamos. Porque,  al final, siempre queda volver, que eso es lo importante. Y tener cosas que contar, también.
-          Buenas, ya hemos vuelto.
-          Cuéntame
Algunos dicen que vivir es peligroso, y muchos se refugian en esa premisa para quedarse en casa. Yo sólo entiendo la vida como un regalo que hay que aprovechar; cada uno lo puede hacer a su manera, pero el objetivo es el mismo: mirar atrás y ver que hemos aprendido algo, que hemos avanzado.

Pero lo importante, más allá de cualquier otro juicio, es sentir que ha merecido la pena con una sonrisa en la boca.

"Mucho más que una disciplina para el cuerpo, el alpinismo es un lujo para el espíritu y un recurso para el alma"  Georges Sonnier